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LA FAMA QUE DA ESTE MUNDO



Por Aurelio Nicolella

Ciudad de Módena, en el norte centro de Italia, Giovanni Carbonari, cristiano según su fe de bautismo, proveniente de una familia humilde llego a ser un abogado prestigioso de dicha ciudad, con una carrera profesional incomparable, se considero siempre un privilegiado de haber llegado desde tan abajo a ser el profesional más requerido de la ciudad.
Con el tiempo esa fama profesional, le hizo comenzar a transitar por una senda equivocada, dio lugar a un egocentrismo que le llevo a tener innumerables aventuras amorosas extramatrimoniales, ambiciones personales desmedidas, y desprecio hacia sus semejantes por considerarse mejor y más hábil.
Pero ese cambio en su vida trajo aparejado consecuencias también que repercutieron en su vida familiar, el que parecía un padre de familia y esposo triunfador con una hermosa casa, bienes rentables, automóviles y la mejor clientela que estudio jurídico desearía poseer, se vino abajo.
Su esposa Antonella, cansada de sus engaños y aventuras románticas, una noche de otoño se propuso al regresar este a su hogar, recriminarle su actitud hacia sus hijos por abandono y hacia ella por infidelidad.
Fue así que se llego a una fuerte discusión que derivo primeramente en insultos, para pasar luego a empujones, precisamente en uno de estos empujones un fuerte golpe que Giovanni Carbonari le propino a su esposa, la hizo caer sobre una de las puntas de la mesada de mármol, golpeándose la nuca y muriendo instantáneamente.
Un vecino escuchando los gritos del matrimonio llamo a la policía la que mucho no tardo en llegar y al entrar a la casa vieron la siguiente escena de Giovanni abrazando al cuerpo sin vida de Antonella pidiéndole perdón. Los oficiales procedieron a detenerlo y cuando Giovanni, miro a su alrededor, vio su casa, vio su automóvil, vio a sus vecinos y se vio asimismo sentado en la parte trasera del patrullero policial con las manos esposadas, pudo ver también el otrora famoso abogado de Módena que era hoy tratado como un delincuente como tantos que él defendió.
A veces las luces del éxito nos encandilan, el creernos que porque hemos adquirido o subido un escalón social en nuestro hábitat, somos mejores que los demás, pero esa actitud nos hace soberbios, altivos, arrogantes y despreciativos.
Hermana, hermano San Pablo nos aconseja que “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. (Romanos 13: 13-14).
La vida y más aún en este tiempo histórico en que nos toca vivir, nos hace sentir que nada somos sino no logramos demostrarnos y demostrar a nuestros semejantes lo triunfantes que somos con los demás.
Pero esa búsqueda de éxito falso es nuestra condenación como personas de bien y de fe, son caminos que nos llevan al pecado mortal, del cual a veces no hay retorno.
La fama que da el mundo no es eterna, tiene un principio que parece divino, pero tiene un final abrupto, doloroso y letal.
Amigos, solo aquel que dio su vida por todos, que se sacrifico en la cruz por nuestros pecados para hacernos libres, puede ayudarnos para que el pecado mortal del egoísmo que esta enraizado en nuestra naturaleza humana, salga a la luz. Seguir los caminos trazados por Él y que se encuentran en la Santa Biblia nos libera. Sigamos esos caminos de vida, de humildad, de entrega y de amor.

1 comentario:

  1. Me parece una reflexión interesante sobre una historia de vida lamentablemente corriente en nuestros días.

    Nos lleva a reflexionar que todos nos podemos encandilar con el éxito, ya sea social, economico, profesional y encolumnarnos en el ego.
    Es un sencillo modo de ver y de ayudar a interiorizar miradas espirituales sobre nosotros mismos, que hoy 2010 hemos abandonado.

    Hemos dejado la espiritualidad de lado.
    Está bueno el artículo porque es corto y contundente.
    Lo recomiendo

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