
El Balcón o la Calle.
Aurelio Nicolella
Muchas veces nosotros nos encontramos en el balcón de la vida, esto quiere significar, que somos meros espectadores. Imagínese usted por un momento, aquella persona que se encuentra en el balcón de su casa, tiene perfecta visión de todo lo que pasa en la calle, tiene una vista privilegiada, ve pasar a los transeúntes, los automóviles, los niños jugando en la acera, pero también vera los peligros que acechan en la calle.
Pero no será participe de lo que pasa, será un mero pasivo espectador.
En cambio el que se encuentra en la calle vivirá las situaciones que suceden a su alrededor, será un participe activo de ese mundo por el cual transita.
A veces los cristianos somos perfectos observadores pasivos de nuestro entorno, no construimos, no ayudamos, nos encontramos a la distancia de cuanto nuestro semejante necesita.
Cuantas veces encontrándonos en el balcón de la vida nos olvidamos de ayudar a nuestro prójimo de entenderlo, de cobijar al necesitado, de alentar al desahuciado, lo vemos al prójimo pasar por la calle de la vida, no queremos bajar del balcón a la calle, porque somos espectadores sentimos la necesidad de no participar, de no comprometernos, a veces ponemos la escusa de que no nos encontramos en el lugar para brindarnos, estamos lejos, es lógico porque estamos en el balcón, o sea allá arriba, sobre nuestros semejantes, indiferentes.
Cristo mismo nos enseña a no ser indiferentes con su ejemplo y su enseñanza, lo podemos ver en la parábola del buen samaritano, Él nos enseña que hay que comprometerse, estar en la calle, el samaritano del que habla el Señor (Lc. 10,25-37) no se alejo de su prójimo, se acerco, procuro ayudarlo, lo socorrió, procuro incluso con su dinero de que no le faltara cuidado, en cambio el sacerdote y el levita fueron indiferentes, miraban desde el balcón, eran meros espectadores no comprometidos, siguieron su camino.
Cuantas veces somos indiferentes porque miramos y no hacemos nada contra la pobreza, la violencia, los egoísmos, y tantas otras cosas que nos toca vivir.
Debemos saber nosotros, los cristianos que Cristo vino a romper la separación que existía entre los hombres, la indiferencia que existe entre nosotros, el ser cristiano es estar comprometido con el hermano, en una palabra el no ser indiferente.
Es sabido por todos nosotros que los primeros cristianos practicaban la comunión de bienes, no eran indiferentes entre sí, se alimentaban de las necesidades de sus hermanos, como Cristo se alimento del Padre cuando flaqueo sus fuerzas.
Ahora esta en nosotros que hacer, quedarnos en el balcón siendo meros pasivos espectadores de la vida, indiferentes a lo que le suceda a mi hermano o bajar a la calle a participar activamente, transitar en el camino de Jesús, sabiendo que cada obra haga a mi hermano se la estoy haciendo a Jesús. Él lo pudo hacer cuando se hizo hombre para salvar nuestros pecados, nos enseño el camino, no nos dijo con sus enseñanzas que fuera fácil pero tampoco imposible. El reto, esta depende entonces de nosotros.
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