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UNCIÓN DE FE



Por Aurelio Nicolella. 

             "Cuando hay fe, hay esperanza", cuantas veces esta frase la sentimos repetida en nuestras vidas, nos la dicen para que podamos tener un poco de confianza que la situación por la que estamos atravesando cambiara para nuestro bien. Pero precisamente esa espera a veces nos hace claudicar, como dicen los boxeadores, tiramos la toalla al ring.
Esta realidad de nuestro animo, no es precisamente de nuestra época, ya en los tiempos de Jesús se veía. Encontramos varios pasajes de la vida de Jesús en donde nos podemos dar cuenta que poner la esperanza y la fe inalterables harán que tengamos bendición, como aquel en donde había una mujer que padecía un flujo de sangre desde hacía años, los evangelios nos dicen que ella había sufrido mucho de muchos médicos, se había quedado en bancarrota gastado todo su dinero, y nada de nada de lo que le habían dado la podía curar, su estado de salud iba de peor en peor, ella había sentido hablar de Jesús, y se dirigió hacia donde Él estaba predicando, al estar rodeado de muchas personas Jesús a la mujer se le hizo imposible acercarse, pero logro tocar el manto de nuestro Señor, la fe, la certeza, la esperanza, el anhelo de curarse que puso aquella mujer en Jesús fue tal que tocando solo el manto que cubría a Jesús se curaría.
El rozo de su mano y el manto izo inmediatamente que ella percibiera que ya estaba curada. Esto llevo a decir a Jesús quién lo había tocado y la mujer por temor confeso que ella había sido postrándose a los pies de nuestro Salvador. Jesús le dijo que su fe, la había hecho salva, que fuera en paz. En este relato, que podemos leer en Mateo, Marcos y Lucas, nos demuestra la fe que uno debe tener, ella, esa mujer desahuciada por la medicina, marginada de sus semejantes, como se hacia con las personas enfermas en aquellos tiempos, pensó que tocándole la vestimenta a Jesús seria salva, con el simple acto de tocar.
Ella abrigaba la esperanza de la curación en la fe de ese hombre que había sentido hablar y que no conocía. Ella se había propuesto alcanzar la plenitud, ya que era cautiva de su enfermedad; “seré sana tocando su manto”, habrá pensado y entonces se sometió y se humillo, porque la fe es eso, doblegarse.
Ella sabia que ese era el momento, la oportunidad de llevar a Jesús su sufrimiento y ser sana. Hermana, hermano, para recibir algo de nuestro Creador, sea esto una señal, un favor, una gracia, debemos hacer como esta mujer con el flujo de sangre, debemos humillarnos y someternos a Dios. La unción de Cristo es la que liberó de todas sus ataduras a esta mujer, pero la unción del mundo, no le servio de nada, ella reclamo esa unción que solo Jesús da para bien mediante la fe.
Es que la fe de la mujer se conectó con la unción de Jesús e hizo que fluyera a través de su cuerpo y cambiara su situación. Amigos, ¿Sabemos y queremos estar sujetos a su Santa Palabra, a su autoridad y a su unción?. ¿Tenemos la fe de esa mujer, que fue y reclamo sanidad?. Hagamos por medio de nuestra fe, nuestra salvación.

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