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MILLONARIO SIN SABERLO


MILLONARIO SIN SABERLO

Aurelio Nicolella

Se cuenta en los Alpes del Tirol en Europa Central, un cuento que dice, que estando un carpintero triste porque no ganaba tanto dinero como los otros carpinteros de la comarca, pese a que realizaba bien su trabajo con total honestidad y profesionalismo. Es así que constantemente se quejaba, ¿Cómo puede ser, que trabajando como trabajo, solo gano para el sustento de mi familia? Mientras los otros carpinteros se llenan las manos de dinero, viven y gastan como reyes y ni siquiera dedican una oración a Dios. Eran las frases mas repetida por el carpintero. Cuentan que un día este carpintero tan angustiado como estaba se dirigió a hablar con Jesucristo y le pregunto: Jesús habrás visto que trabajo día y noche, no le debo ni un duro a nadie, soy buen padre de familia y soy observante de tu doctrina, entonces dime ¿como puede ser que mis colegas que trabajan menos que yo, viven una vida de no observancia a tus preceptos, se encuentran en mejor posición económica que yo que me considero un fiel hijo tuyo?
Jesús escucho, lo que le decía el carpintero luego de un momento de silencio, Jesucristo comenzó a hablar, le dijo querido hijo escucha, si yo por un millón te pediría una de tus manos ¿me la darías?, el carpintero contesto, no mis manos Señor sirven para trabajar, para acariciar a mis hijos y nietos. Entonces Jesús volvió a preguntarle y si por cinco millones te pediría tus piernas ¿las entregarías?, le contesto el carpintero, no mi Señor con ella voy y vengo de mi casa al trabajo me sirven para auxiliar a los míos cuando están necesitados. Jesús entonces siguió preguntándole al carpintero y si a cambio de diez millones me entregarías la vida de algún ser querido ¿estarías dispuesto a ello?, el carpintero contesto, pero Señor mío como puedes pedirme ello soy feliz estando con mis seres queridos, no veo la hora de terminar de trabajar para ir corriendo a estar con ellos, faltarme algunos de ellos, mi corazón no tendría consuelo. Al terminar de hablar el carpintero, Jesús le dijo, has visto que eres ingrato, no te has dado cuenta que has rechazado millones a cambio de tu felicidad, mira pues, eres millonario por tener dos manos, para trabajar y acariciar las cosas que te agradan, dos piernas para movilizarte libremente y millonario eres también porque tienes seres queridos por quienes cuidar, entonces que pretendes o no te has dado cuenta de lo rico que eres, ¿Qué tienes que envidiarle a tu prójimo?
Ante las palabras de Jesús, el carpintero reflexiono y comenzó a caminar para su casa mientras iba pensando soy millonario por todo lo que Dios me dio y me hace disfrutar. Al llegar a su casa y ver a su esposa la beso y le dijo a ella sin entender de que le hablaba, sabes soy millonario sin saberlo.
Cuantas veces somos millonarios sin saberlo, tal cual como el cuento, ello es así porque nos enceguece lo que vemos enfrente, lo del prójimo, no nos vemos en nuestro espejo, no apreciamos todo lo que Dios nos dio para que nosotros seamos felices. Es así que nos invade un espíritu de envidia y comenzamos a enceguecernos y no ver lo que realmente somos y lo que Dios nos entrego. Entramos en un círculo vicioso que nos lleva a la perdición, las sagradas escrituras dicen en, Salmos 73:3 “Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos”. Eso es lo que nos encandila y nos lleva la perdición tan es así que en el libro de Job 5:2 podemos ver que dice “Es cierto que al necio lo mata la ira, Y al codicioso lo consume la envidia”.
A veces nos encontramos enceguecidos no apreciamos lo que realmente tenemos y somos, y es precisamente eso lo que nos pasa, porque dejamos que nos dirija la vida nuestra ambición personal, nuestro ego, de sobresalir sobre los demás olvidándonos de lo que realmente complace a nuestro corazón y nuestra mente que es grato a nuestro espíritu, el Apóstol Pablo nos dice es su carta a los Romanos 13:13 “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia…”
Muchas veces los cristianos queremos ser mas que nuestro prójimo, pero nos olvidamos de nosotros mismos caemos en la tortuosa idea de olvidar nuestro fin en la tierra y entonces ambicionamos lo material sobre lo espiritual. Proverbios acertadamente dice que en 24:19 “No te entremetas con los malignos, Ni tengas envidia de los impíos”; y en 14:30 “El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos”.
Entonces uno debe verse a si mismo, a fin de poder ver lo que realmente es por la gracia de Dios entonces sabremos que somos millonarios sin saberlo.

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